lunes, 9 de junio de 2008

HIROO ONODA, UN SUPERVIVIENTE


Hace cierto tiempo llegó a mis oídos una historia de esas que por un motivo u otro me parecen especialmente interesantes y las guardo en un huequito de la memoria para compartirla con vosotros a través del blog en cuanto tengo un poco de tiempo para investigarla y ampliarla un poco más.


Voy a contaros una historia de esas que no suelen aparecer en los libros de historia cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial. Es la historia de un hombre que sin quererlo, se convirtió en héroe y ejemplo a seguir para todos sus compatriotas, pero que sin embargo perdió media vida en el camino. Esta es la historia de Hiroo Onoda, el último samurai.


Hiroo Onoda nació en la ciudad Japonesa de Kainan el 19 de Marzo de 1922 y poco podía imaginar nadie por aquel entonces que con el tiempo se acabaría convirtiendo en todo un símbolo de los valores tradicionales japoneses de resistencia, coraje, lealtad y esfuerzo.


Onoda tuvo una vida muy normal hasta que la guerra se presentó y dividió el mundo en dos trastocándolo inevitablemente todo y obligándole a dejar atrás todos sus planes de futuro, y a su prometida también. Como muchos jóvenes de su época, pasó a engrosar las filas del ejercito japonés. Eso ocurrió en 1941 pero con el tiempo y ya como aspirante a oficial acabo siendo trasladado a la isla filipina de Lubang, donde completaría su formación militar, se convertiría en teniente y asistiría en las labores de protección de la isla y de la base aérea que allí tenían los japoneses frente a los ataques aliados.


Desgraciadamente por mucho empeño que pusieron, el ejercito aliado acabó tomando el control de la isla y la mayor parte de los efectivos japoneses murieron o fueron hechos prisioneros.. excepto Onoda y tres compañeros mas (Yuichi Akatsu, Siochi Shimada y Kinshichi Kozuka) que se refugiaron en la espesura de la selva y las montañas cercanas, aislándose prácticamente del mundo exterior. Esto ocurrió casi cuando la guerra iba a concluir, pero Onoda y sus compañeros nada sabían de esto e iniciaron su particular guerra de guerrillas que se prolongó durante 29 años. Si, leíste bien, 29 largos años a lo largo de los cuales sobrevivieron como buenamente pudieron alimentándose básicamente de frutas y cazando animales salvajes de vez en cuando con sus armas, tratando siempre de no atraer la atención.


No todos tuvieron suerte o aguantaron tanto, Akatsu por ejemplo, acabo rindiéndose a las fuerzas Filipinas en 1950 informando que Onoda y los otros dos soldados estaban vivos en medio de aquella selva. Shimada murió por heridas de arma de fuego en un enfrentamiento con las fuerzas locales en 1954 y Kozuka falleció igualmente en 1972 dejando a Onoda completamente solo.


Durante todos esos años y conocedores de la existencia de estos particulares vagabundos de la selva, las fuerzas locales intentaron muchas veces y siempre en vano hacerles salir de sus escondites y convencerles de que la guerra había terminado. Pero los testarudos japoneses siempre creyeron que todo eran intentos de engañarlos y jamás dieron su brazo a torcer, permaneciendo al abrigo de aquel salvaje paraje como escurridizas sombras imposibles de aprehender y sin dejarse someter por nadie.


Finalmente Onoda fue encontrado por un estudiante japonés, Norio Suzuki, que pudo hablar con él, pero pese a sus intentos, también le resultó completamente imposible convencer a Onoda de que la guerra había terminado. Onoda insistió en que no saldría de la isla a menos que recibiera la orden de su inmediato superior y Suzuki impotente, no tuvo más remedio que regresar a Japón con fotografías suyas y de Onoda que al menos servirían como prueba de su encuentro.
En 1974, el gobierno Japonés consiguió localizar al oficial al mando de Onoda, el comandante Taniguchi, que ya no ejercía como tal, si no como librero pero que aún así se ofreció a viajar a la isla para hablar con Onoda. Entonces y solo entonces aceptó Onoda rendirse y abandonar aquel lugar. Era el momento de regresar a su verdadero hogar, donde fue recibido como un héroe nacional, reclamado por todos los medios de comunicación y convirtiéndose rápidamente en una auténtica celebridad.


Sin embargo, el mundo exterior y su país en concreto habían cambiado demasiado en todos esos años y la mente de Onoda era incapaz de asimilar todo aquello. Finalmente acabó emigrando a Brasil y convirtiéndose en ganadero consiguió amasar una importante fortuna. Se casó con una mujer japonesa cuando contaba con 74 años de edad y escribió un libro donde narraba toda su increíble experiencia y peripecias “No Surrender: My Thirty Year War“.Durante todos esos años en la isla, Onoda mató alrededor de treinta habitantes del lugar en los numerosos enfrentamientos a tiros con la policía y fuerzas de la isla. A pesar de que Onoda siempre aseguró que jamás volvería a aquel lugar, en 1996 regresó y protagonizó un emotivo encuentro con uno de los hombres a los que había disparado en aquellos años y recibió el perdón del presidente Ferdinand Marcos. Hiroo Onoda cuenta en la actualidad con 86 años de edad.

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